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La caja de ahorro


 Juan se encontró con un conocido y lo saludo: 

—Hola, ¿Cómo estás?. 

—Mal, todo mal... ¿Cómo quiera que esté con toda esta historia de los problemas económicos y demás? 

Juan reflexionó y luego preguntó:

—¿Con quién desayunaste hoy?

—Con mis hijos— respondió.

—¿Y después?.

—Después fui a la oficina.

—¿Anoche cenaste antes de dormir?— preguntó Juan. 

—Claro que cené... No iba a ir a la cama con el estómago vacío. 

—¿Y dónde dormiste?.

—En mi casa Juan, en mi cama... Claro. 

—¿Y con quién?.

—¿Con quién iba ser?— respondió el conocido algo molesto. —¡Con mi mujer, por supuesto!. Y a demás... ¿Que es todo este interrogatorio? 

—Nada, nada...— dijo Juan. —Dejame recordar: osea que cenaste, dormiste en tu cama, junto con tu mujer, desayunaste con tus hijos, fuiste a tu trabajo. ¿Y todo está mal? 

Este diálogo real muertas la dimensión que cobraron en nuestra vida ciertas palabras como situación económica, el dólar, transferencias, caja de ahorro, plazo fijo, y tipo de cambio. 

Ocupan todos los espacios, están en sueños, planes y pesadilla; hoy y aquí es imposible hablar sin mencionarlas. 

Y en ese fárrago de perdió, se postergó o se olvidó un instrumento esencial para la calidad de nuestra vida: la caja de Ahorra AFECTIVO. 

Toda cuenta no se abre en ningún banco y tiene la ventaja de que no puede ser incautada ni confiscada. 

Una cuenta de ahorro afectivo es la que tiene como titulares únicos e irremplazable a a aquellas personas que conforman un vínculo de tipo emocional (una pareja, padres e hijos, amigos). 

Los titulares depositan en ella su capital de afecto, cariño y amor y se comprometen a destinar ese monto a un fin común. 

Esa finalidad puede se la construcción de puentes de confianza, o la creación de un espacio de intimidad, o la preservación de la armonía, o el impulso para el desarrollo mutuo o la seguridad psicológica, o la aceptación y la Unión desde la diversidad o el crecimiento espiritual compartido, o el aprendizaje vivencial y mancomunado del respeto. 

En fin hay tantas posibilidades como hay tantas personas que construyen, sostienen y alimentan sus vínculos. 

Hay además, vínculos indirectos o de segundo grado, cómo los que me relacionan con mis socios, compañeros, vecinos, conciudadanos, compatriotas, congéneres. 

Tanto unos como otros, por diferentes motivos, son esenciales para la conservación y mejoramiento de la existencia humana. 

En realidad buena parte del sentido  y de la trascendencia de la vida se asienta en ese tejido vincular. 

Por lo tanto, el cuidado, la profundidad y la dedicación que brindamos a estás relaciones tienen incidencia directa en los fondos que atesoran nuestras cajas de ahorro afectivo.

Quizás hemos quedado demasiado atrapados en el corralito de la economía monetaria y expensas de la economía afectiva y emocional. 

Revisemos nuestras cajas de ahorro afectivo. Y pongamos nuestro interés allí.  


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