La comadreja médica y las gallinas
Habiendo oído una comadreja que en una granja estaban enfermas unas gallinas,
se disfrazó de médico y, tomando los instrumentos convenientes de esta ciencia, allí
se presentó, y deteniéndose ante la granja les preguntó cómo estaban. Las gallinas
respondiendo dijeron: «Bien, si tú te largas de aquí.»
Así, también los hombres malintencionados no pasan inadvertidos a los prudentes
por mucha honradez que finjan.
Esopo en un astillero
Una vez Esopo, el fabulista, estando ocioso, entró en un astillero. Los obreros
burlándose de él le provocaron a que les replicara. Esopo dijo que en un tiempo
remoto existían el caos y el agua, pero que Zeus, como quería que surgiera el
elemento de la tierra, invitó a ésta a que se tragara por tres veces el mar. Y aquélla,
nada más empezar, dejó primero al descubierto las montañas, al segundo trago dejó al
desnudo las llanuras, «y si decide apurar el agua, a la tercera, se va a hacer inútil
vuestra industria».
La fábula muestra que los que, sin darse cuenta, se mofan de los más fuertes,
atraen sobre sí sus réplicas más mordaces.
La zorra y el cabrón en el pozo.
Una zorra, tras caer a un pozo, quedó allí a la fuerza, incapaz de subir. Y un
cabrón, atormentado por la sed, cuando estuvo encima del pozo, preguntó al verla si
el agua estaba buena. Ésta, tomándose con calma el contratiempo, se esforzó en
alabar mucho el agua, diciendo que era potable, e incluso le invitó a bajar. Éste bajó
de un salto, atolondrado, con la sola mira de su deseo, y luego que hubo calmado la
sed, consideró la zorra la manera de subir; la zorra afirmó tener pensado algo
adecuado para salvarse los dos: «Pues si quieres apoyar tus patas delanteras en el
muro e inclinar los cuernos, yo, después de saltar apoyándome en tu lomo, te sacaré.»
Éste se prestó enseguida a su invitación, animado por la segunda parte de la
propuesta. La zorra, saltando hacia arriba con sus patas, subió por el lomo y,
empinándose sobre los cuernos, subió a la boca del pozo y se alejó. Y como el cabrón
le echaba en cara el violar su acuerdo, la zorra volviéndose dijo: «¡Anda éste! Si
tuvieses seso como pelos en la barba, no habrías bajado antes de pensar el modo de
subir.»
Así, también deben los hombres sensatos tener previsto de antemano el fin de sus
acciones, y sólo así ponerlas en práctica.
La zorra que vio a un león.
Una zorra que jamás había visto un león, cuando por casualidad se lo encontró,
cómo era la primera vez que lo veía, de tal modo se asustó que por poco se muere. La
segunda vez que se lo topó, sintió miedo, mas no tanto como al principio. Y cuando
lo vio a la tercera, tanto ánimo cobró que incluso se acercó a hablar con él.
La fábula muestra que el hábito mitiga las cosas más temibles.
El pescador flautista.
Un pescador que sabía tocar la flauta, cogiendo las flautas y las redes, se fue al
mar, e instalado en el saliente de una roca se puso primero a tocar, creído que ante la
dulce melodía los peces saldrían por sí mismos. Y como después de mucho esforzarse
al fin nada consiguió, dejando las flautas, cogió el esparavel, lo tiró al agua y pescó
muchos peces. Al dejarlos caer de la red en la orilla, como los viera saltar, dijo:
«¡Bichos idiotas!, cuando yo tocaba la flauta no bailabais y ahora que lo dejé, lo
hacéis.»
La fábula es oportuna para los que hacen las cosas a destiempo.
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